Entrevista a Fernando Schwarz, con motivo de la presentación de su libro “Egipto revelado” en Bilbao.
Esta noche tengo el agrado de estar participando, en la Casa del Libro de Bilbao, de la presentación del libro “Egipto revelado”, del prestigioso autor Fernando Schwarz, y de escuchar atentamente su conferencia, Claves para comprender sus misterios.
Ya, ante su currículo, me sorprende su conocimiento y su sabiduría. Es un señor inquieto que viaja constantemente, tiene seis libros editados, muchos artículos publicados en diferentes medios de comunicación, cinco documentales realizados para el Canal Infinito, dirige viajes de estudios y lleva ya más de veinte años dedicado a la divulgación científica, filosófica y antropológica.
Tengo que quitarme el sombrero y felicitarle, estrecharle la mano mirándole a los ojos y preguntarle de dónde saca tiempo, ganas y fuerzas para hacer todo esto.
No olvidemos que es argentino, que se instaló en Francia partiendo de cero, que es, en cierto modo, emigrante, como tantos otros que luchan por ideales. Luchador como el solo… Héroe, que prefiere demostrar y no sólo hablar.
Recuerdo sus fotos, porque hasta ahora no lo conocía personalmente, y lo miro hoy y veo en sus ojos una ferviente mirada, un brillo interior que emana cosas… y me pregunto: ¿percibirá la gente que está aquí sentada todo esto o serán solo cosas mías?
Pues si es así, si todos perciben lo que yo, entonces esta noche todos tendremos un cierre positivo, porque no solo nos iremos a casa inundados de conocimiento, empapados de esta sutil magia de Egipto, sino que nos llevaremos el recuerdo de haber conocido a un GRANDE.
Escuché atentamente su charla y comprobé que mis percepciones tenían fundamento… verdaderamente estábamos ante alguien muy especial.
Después de atender a un público que requirió largo rato de su firma en los libros, conversamos:
–Buenas noches, soy Grisel Monti y deseaba hacerle una entrevista. Varios motivos me han traído aquí, pero, entre ellos, el más importante es conocerle como persona y descubrir cómo nace esta pasión en su interior. ¿Me permite usted hacerle unas preguntas para nuestro sitio web?
Con un gesto de afirmación me hace pasar a la biblioteca, me recibe muy cordialmente y, en una mesita, nos sirven una taza de té. Como buen caballero, me dejó hablar, me hizo sentir cómoda y, como no podía faltar, dio alguna sugerencia sobre el audio y el video.
Me comenta que, en realidad, ya llevaba escritos veinte libros, en vez de seis como yo creía, pero aclaró que de Egipto había casi diez, aunque no todos están traducidos al español.
–Sabemos mucho sobre las investigaciones y los estudios que realiza, pero ¿qué me dice de usted?, ¿qué otras cosas abarcan su vida?
–Bueno… cada cual, cada individuo, tiene su mundo secreto que no es que sea secreto en sí, sino que es el lugar en donde uno se regenera.
¿Qué es lo que me regenera y me estimula mí? Fundamentalmente, el arte. Desde siempre, la pintura y la música, y ambas las he practicado. Pero, poco a poco, fui descubriendo la importancia de las raíces del conocimiento; esto me interesó mucho, el darme cuenta de que hay una raíz común en el conocimiento. Por eso, en realidad, lo que más me estimula y lo que más me preocupa e investigo, y estoy siempre en ello, o sea, lo vivo, es el mito… y se ha convertido par mí en una forma de ser.
–¿Cuál ha sido la experiencia más importante que le ha sucedido?
–Encontrar a mi Maestro de Filosofía ha sido “el momento más importante”, porque con él obtuve el sentido de lo que yo estaba buscando; es decir, uno se pone en marcha en la vida buscando cosas, no sabe bien qué está buscando ni cómo se llama lo que está buscando, pero hay un momento en que el destino, por suerte, permite revelarle a uno cuál es el sentido de la búsqueda… y la Filosofía aplicada a la vida, no simplemente como elemento especulativo, sino como raíz de vida, fue para mí muy importante.
Yo tuve suerte porque mi padre tenía una gran biblioteca que había preparado para su hijo, en este caso yo porque era el primogénito. Entonces, estuve rodeado de libros y de conocimiento. Cuando era muy joven, pude leer a Platón, Aristóteles…, que fueron los primeros que leí, a los trece años, y me impactó mucho esa búsqueda de la verdad, esa búsqueda de la justicia, la búsqueda del origen de las cosas. Todo eso me llamó mucho la atención… y me impresionó mucho el mito de la caverna.
En esa época lo que me interesaba era la justicia y, sobre todo, obrar para que haya más justicia en el mundo. Por eso, tenía mucho compromiso social, incluso político, en la época en Argentina… Hasta había pensado que con violencia se podían resolver las cosas para conseguir más justicia. Pero mi Maestro de Filosofía me enseñó que no era con la violencia con lo que se puede resolver el tema de la justicia, no con la fuerza, sino con la perseverancia, con el ejemplo y con la propia vida.
Mi Maestro me enseñó la paciencia de vida y eso fue muy importante para mí porque ese fue el momento en el que se juntaron todas las cosas: lo que uno viene buscando y lo que uno quiere ser… Entonces, la Filosofía se convirtió para mí en una forma de vida…, y eso fue un gran momento.
–¿Se ha embarcado en algún nuevo proyecto?
–Siempre tengo proyectos. Mi padre me explicó que siempre hay que tener proyectos; desde pequeños siempre nos inculcó que hay que tener un paso hacia delante, que no hay que vivir la vida inmediata simplemente, sino que la vida inmediata tenía que servir para encadenar las cosas. Eso nos quedó muy grabado a mi hermano y a mí. Entonces, siempre hay proyectos; hay proyectos de reconstrucción de monumentos, hay proyectos de formación de gente, hay proyectos humanitarios, de ayuda social, y siempre hay algún libro, siempre hay alguna investigación, porque pienso que no tiene que haber un solo proyecto, como idea fija, sino que los proyectos tienen que ser aplicaciones de un estilo de vida.
–¿Por qué Egipto es una cantera que siempre nos revela cosas nuevas? ¿Qué se vivió allí?
–Bueno, allí se vivió una experiencia muy interesante a partir de un lugar que tiene su propia magia, porque hay que reconocer que Egipto, como geografía física, es un lugar muy particular e irrepetible en cualquier otro sitio de la Tierra… Es único.
Egipto es la historia de un río que se une con la tierra y con la luz. Es un oasis y, a la vez, un lugar cerrado. Esta tierra logró captar a pueblos de orígenes muy diferentes. En general, nos olvidamos de que los egipcios no constituían una raza, no eran una etnia. No existe una etnia egipcia: hay una cultura egipcia. Había egipcios de origen africano, negros; hay egipcios de origen árabe, semitas; hay egipcios europeos, blancos; como digo yo, siempre en broma, solo faltan los chinos y los japoneses. Está la Humanidad reunida allí, en un lugar del mundo llamado Egipto.
Personas de todos los puntos cardinales, por razones diversas y variadas, se unen, y se unen a través de una cultura, una visión común del mundo. Son todos diferentes, pero logran, con una visión común del mundo, unirse. Es la primera vez que una idea reúne a gente que es diferente. Esto es un hecho histórico fundamental, que fue la base de logros e ideales que tendremos milenios más tarde: el hecho de considerarnos una sola Humanidad.
El milagro egipcio es ese, haber logrado un lugar de convivencia donde gente que en otro momento se hubiese hecho la guerra y no se hubiesen ni mirado, se pusieron a vivir juntos y a compartir juntos. Eso es algo muy importante; es una civilización que une a la gente por las ideas, por una forma de vida, por una visión del mundo.
Hasta tal punto se logró esto que, más tarde, se montan oficinas de naturalización; o sea, uno podía naturalizarse egipcio aunque no lo fuese. Estas personas adoptaban la lengua egipcia, evidentemente, porque la única manera de entenderse en el país es saber su lengua, pensar con el corazón de un egipcio y actuar como un egipcio. Pero podían haber venido de cualquier lado. Es interesante porque ellos ya dan la idea que los romanos divulgarán muchos siglos más tarde, muchos milenios más tarde: ser ciudadano de ese mundo. Y esto es tan importante que “el egipcio no quiere salir de ese mundo”.
A diferencia de los romanos, que piensan siempre en conquistar, el egipcio dice:
“Yo estoy en un lugar tan excepcional, que reúne el Cielo con la Tierra, donde se nota que hay una conjunción con las leyes de la Naturaleza y el hombre, que yo de aquí no me muevo”.
Entonces, para comerciar usan a los cretenses, a los griegos, a los fenicios…, y el egipcio sale poco, se queda en su casa.
–Veo que el tema le llena realmente. ¿Disfruta de la sabiduría de los antepasados?
–Sí, porque para tener futuro hay que tener raíces. Yo no creo en las raíces étnicas; yo he nacido en una familia de origen judío, aprendí mucho de ellos, de esa experiencia, pero yo no creo que tenga que defender una raíz solamente.
Yo pienso que cada civilización aporta a la Humanidad una experiencia de raíz profunda que enriquece a toda la Humanidad. Es un grave error poner una raíz frente a otra raíz, porque todas esas raíces conforman una sola: una inmensa y múltiple raíz de un solo árbol que llamamos Humanidad. El interés por conocer los ancestros de las civilizaciones es recoger lo mejor de cada cual. Egipto aporta algo particular en esta riqueza de raíces: la unión de los contrarios, la idea de que no hay que elegir entre dos, sino que hay que reunir “dos” para que sean “uno”.
Esta idea de la armonía de los contrarios, de trabajar en equilibrio, es Egipto. Unir el Cielo con la Tierra, la vida con la muerte, el hombre con la mujer… Porque Egipto, por ejemplo, va a dar a la mujer un estatus social y legal que las civilizaciones de su época nunca le dieron. La transmisión es a través de la mujer. La mujer puede divorciarse, puede heredar, no tiene que esperar a casarse con alguien.
Esta civilización que llamamos egipcia da unos derechos a la sociedad que eran incomprensibles para la época. Un sistema de derecho que busca siempre el equilibrio…, eso es un aporte muy importante en aquel tiempo y muy importante para hoy.
–El antropólogo estudia el comportamiento del hombre, sus valores y su cultura. ¿Cree usted que deberíamos cambiar nuestros comportamientos o nuestras actitudes a nivel global? ¿En qué estamos acertando y en qué estamos errando en el siglo XXI?
–El siglo XXI es un gran desafío, primeramente porque heredamos un mundo en el que cayeron las ideologías; es decir, un mundo donde los prejuicios y las recetas de pensamiento han caído. Esto tiene una ventaja y un inconveniente; el siglo XX daba seguridad aparente porque todos creían estar pensando bien, porque uno estaba en el bloque occidental, o en el bloque fascista, y cada cual en su bloque pensaba que tenía razón y que pensaba correctamente.
La caída de todo esto, el descubrimiento de que cada cual debe volver a aprender a pensar, debe aprender de nuevo la vida, es el renacimiento de la esperanza para que el hombre se vuelva humano, para que no simplemente piense lo que los otros pensaron sin pensar él. En este aspecto es salud.
Pero, a su vez, eso ha dado mucha inseguridad, porque… ¿qué pensar?, ¿cómo pensar? ¿Qué me puede ayudar a encontrar mis raíces, el sentido de mi vida, dado que todo eso cayó? Y, además, sabemos que no solamente cayó, sino que destruyó a decenas de millones de seres humanos de una manera terrorífica, porque hubo holocaustos, hubo campos de concentración en todos los bandos, hubo destrucción sistemática del ser humano.
Hoy, obviamente, la gente está con miedo, con dudas, con confusiones. Eso es bueno, insisto, si entendemos que hay que volver a empezar, ayudados por experiencias de lo que siempre ayudó al hombre a avanzar.
Lo que no hay que hacer hoy es tener miedo y desesperarse, pero para lograrlo hay que volver a las fuentes básicas, atemporales, a las enseñanzas de siempre, no solo de Egipto, evidentemente, sino de todas las civilizaciones.
Cada civilización, como dije antes, ha aportado elementos claros que ayudan al hombre a estructurarse. Tenemos que volver a apropiarnos de todo eso, integrarlo en nosotros y reconfigurar nuevas formas de expresión. No hay que volver al pasado; hay que enriquecerse con el pasado, con lo mejor de ese pasado, y reconfigurar, con esas semillas, una nueva planta, una nueva realidad.
Estamos en una enorme y terrible época de transición. Tenemos que encontrar nuevos valores, porque no se puede cambiar de actitud, no se puede cambiar de comportamientos sin cambiar de pensamiento.
No hay que empezar por los comportamientos. Los comportamientos son elementos exteriores que se pueden enseñar de afuera hacia adentro, pero se van a enseñar de manera represiva, y sabemos que toda forma de represión va a ser obedecida mientras está el represor.
El verdadero camino no es de represión. El verdadero camino es de renacimiento, es volver a encontrar la fuente en uno mismo. Esto es más largo, pero más sólido, porque los individuos aprenderán que eso que están encontrando está dentro de ellos y no fuera de ellos.
Eso es para mí lo que hay que hacer hoy.
–¿Su mayor deseo?
–Que la juventud se interese por todo esto.
–¿Sus expectativas?
–Hay que divulgar. Nunca se supo tanto, nunca se tuvieron tantos conocimientos a disposición, ni tantos medios de comunicación. Los medios que tenemos hoy son excepcionales, las posibilidades extraordinarias. En cambio, la atención que se da a la transmisión de estos valores, de esta educación, de este conocimiento que ya se ha entendido hoy, es muy poca.
La expectativa es poder aumentar los medios de difusión, los medios de contacto para que los individuos puedan tener acceso fácil y claro a estas enseñanzas, a esta forma de pensamiento, a estas preguntas. Eso seria algo extraordinario.
–¿Tiene algo en exclusiva que quiera comentarnos hoy aquí? Por ejemplo: otro documental, otro libro, alguna iniciativa.
–Estoy preparando dos libros más sobre Egipto: uno que está dedicado al dios Thot, que es el dios del conocimiento, para dar unos esquemas claros y ver todo lo que nosotros podemos aprender de Egipto.
El otro, que lo he terminado ya, va a ser presentado en la feria del libro de Buenos Aires para los cien años de la editorial Kier. Se llama “Egipto invisible”, y lo que yo quiero es mostrar el otro Egipto, el que la gente siente pero no ve. Este libro está dedicado al dios Osiris, al dios de la vida y de la muerte, al dios del renacimiento. Lo que espero es que la gente contacte con la fuente invisible que hace que Egipto sea, aún hoy, tan impactante para todos.
Al mismo tiempo, estoy preparando un trabajo, un libro y también unos congresos, sobre la Antropología Simbólica. Difundir el pensamiento simbólico es para mí una misión, como para otros lo son otras cosas.
Pienso que el estudio de las mentalidades y la comprensión del mundo simbólico abren la creatividad de la gente, es una llave para que la gente se pueda comprender a sí misma. Cada uno de nosotros porta en sí, no solo el código ADN de toda la Humanidad porque cada cual, todos, somos portadores de la genética de la Humanidad, pero también portamos “el programa ADN simbólico del hombre”, y esto es lo que hizo que el hombre sea hombre.
El hombre es hombre porque se puede imaginar a sí mismo, porque se puede imaginar lo que no ve. Por eso domesticó la muerte, y entendió que era un paso en una metamorfosis del ser. Entonces, estamos con algunos colegas tratando de desarrollar una nueva rama y encauzarla lo mejor posible en la Antropología Simbólica.
–Justo para concluir e ir cerrando esta grata conversación con usted…, me he enterado de que tiene un gran amor.
(Sonríe inesperadamente y suelta una carcajada).
–Sí, el amor a la sabiduría, porque la filosofía es mi forma de vida fundamental. A mí me gusta una palabra que se usa poco: “ataraxia”, que resumiría lo que se puede entender por filosofía práctica. Los antiguos llamaban “ataraxia” a “la pequeña sabiduría”. ¿Por qué la pequeña sabiduría? Porque no se refería a los misterios del cosmos, sino a las prácticas útiles para poder vivir cotidianamente con felicidad… y un poquito de sabiduría.
“Taraxia” quiere decir “lo que altera”, “lo que agita”, “lo que da ansiedad”, “lo que provoca alteración”. Un egipcio, para definir todo esto, diría: “el dios Set”.
Por lo tanto, “a-taraxia” significa “sin alteración”, y es extraordinario vivir sin alteración, sin ansiedad. Es extraordinario vivir sin provocar el temor, sin provocar el desorden. Esto es “ataraxia”, y llegar a la ataraxia es la finalidad de la pequeña sabiduría, es la finalidad del pequeño filósofo que hay en cada cual.
Epicuro –que se ha estudiado muy mal– y, luego, los estoicos explican la manera en que se puede lograr esto. Es todo un programa, pero muy simple: reducir y simplificar las necesidades, o sea, tener una pequeña disciplina de vida que permita reducir las necesidades para poder conformarse con las cosas fundamentales, sin buscar nada sofisticado. Y no por ello rechazar las otras cosas, porque, como decía Sócrates, “Un vaso de vino es bueno si lo bebes con sabiduría”, o sea, hay que saber cuántos vasos puedes tomar sin caer.
Simplificar es hacer que la vida se vuelva menos barroca, menos desordenada, menos confusa, más clara…, y eso es un trabajo de la vida que cada uno debe llevar. Si hay un consejo que doy es este, pero es exactamente lo contrario a la imagen que nos trasmite el mundo actual.
Hoy nosotros vivimos en una alta sociedad de consumo que crea necesidades inútiles, que multiplica las necesidades de la gente y, cada vez, la gente quiere más. Luego, se sorprenden de que la gente esté cada vez más alterada, de que tenga más ansiedad y necesite más medicamentos para tranquilizarse, de que necesite más elementos para vivir sin estrés, cuando, en realidad, hemos hecho un programa exactamente al revés del tema de la ataraxia que expliqué antes. El programa hoy es: “súper taraxia”, es decir, taraxia al máximo.
Entonces, yo pienso que si asumimos una vida filosófica, no vamos a perdernos lo bueno de la vida; al contrario, lo vamos a valorar más y lo viviremos mejor.
–¿Qué pregunta le hubiese gustado que le hiciera y quisiera responder?
(Sonríe de nuevo. La jornada ha sido muy larga y está agotado, pero sabe que es la conclusión. Aun así, se abre de corazón y me brinda todo su conocimiento…, me da una lección)
–Lo que me hubiese gustado que me pregunten es: ¿para qué sirve la muerte?
Como antropólogo y filósofo, la muerte sirve, justamente, para darse cuenta de la “ausencia”, de “lo que nos falta”. Cuando alguien muere y estamos apegados a él, sentimos el vacío, sentimos la carencia…, y eso nos hace tomar conciencia de aquello que “fue” y “es”. Cuando un hombre toma conciencia de la muerte, no se detiene frente a ella, sino que la transforma en algo “que no está pero que es”.
Es muy interesante esto porque nadie vio la muerte. Hemos visto cosas muertas, pero nadie vio la muerte, y ahí va a nacer la necesidad en el hombre de “simbolizar”, de representar algo “que no se ve pero que es”.
Ahí nació el arte, la necesidad de representar la ausencia, lo que no está, pero que es… Y ahí nació el hombre… Ahí no está el ancestro animal; ahí nace la diferencia entre el hombre y el animal. El hecho de representar algo que está ausente pero que “es”, la trascendencia, la metafísica, nació con la conciencia de la muerte.
–¡¡¡Genial!!!
Ya hay una gran sintonía entre ambos. Él grita “¡basta!” en sentido bromista. Se rompe un aplauso de los presentes. Varios nos hemos conmovido y logramos soltar sentimientos en los que se ven reflejadas sus palabras. Gustosamente, acepta conmemorar este momento con una fotografía.
Por mi parte, debo agradecerle infinitamente por su tiempo y su paciencia para atenderme, pero, sobre todo, por su visita a Bilbao. Espero que se haya sentido a gusto. Nos enorgullece y nos deja con ganas de seguir buscando e indagando más sobre nosotros mismos, sobre la vida y sobre las cosas aún ocultas de este universo.
Muchísimas gracias de todo corazón.
Grisel Monti
Escritora