Ayer llovió

Ayer llovió generosamente durante un rato, y mientras, los truenos se hicieron los dueños de Castellón tocando sus tambores de baja frecuencia.

La luz del aula entornó sus ojos y pedí a Marc que apagara las luces. Así en penumbra la naturaleza nos brindaba un fondo de escenario propicio para el ingenio y a la creatividad.
David, el jefe de estudios, que pasaba entonces por el pasillo principal, de soslayo, miró hacia el interior del transformado recinto e intuyendo algo, nos regaló una sonrisa y desapareció escaleras arriba. Mientras, surgía la idea de inventar entre todos una historia, con la dificultad añadida de que estábamos en clase de inglés y que todo se hablaba en este interesante idioma.

lloverComenzar fue tan difícil que para ayudar en el empeño me lancé a decir una frase que ellos tendrían que continuar, creando así el argumento. Durante la espera un trueno retumbó “en los cristales de la estación” y por fin, Balma hizo posible que la trama comenzara a hilarse.

Sus miradas a veces, buscaban en lo más lejano, otras casi querían esconder un vacío difícil de explicar. Pero la alegría era por todos compartida cada vez que una nueva escena aparecía, porque realmente , la espera a veces era preocupante . A trancas y barrancas (overcoming many obstacles) llegó el momento de dar un final, una solución y llegados a este punto los silencios de semicorchea se unieron a los de corchea , después a los de negra, luego a los de blanca … y ya a punto de estallar el compás a los de redonda, creando una tensión en el aula Rock, que ni el mismo tritono de Wagner podría superarlo.

La tormenta cansada se fue alejando, el reloj dejó caer su minutero de brazo abatido. Quedaban diez minutos para terminar la clase y no apareció final posible para la historia que comenzamos. Y fue en ese momento cuando una pregunta vino a mi mente y les dije: ¿soléis leer un libro de vez en cuando?

Ellos me respondieron:- no. Y me pregunté de nuevo: ¿estaremos perdiendo el arte de la imaginación y de la comunicación?

En ese instante recordé una frase, que hace unos días me llegó por una amiga, del filósofo y locutor Joaquim Maria Puyal : “estamos más entrenados a mirar que a hablar”. Y esto volvió a traerme la idea de que pasamos mucho tiempo sin hablar en medio de una masiva urbe de continuos impulsos visuales. Y como un espejo hipnótico tratamos a nuestro móvil u ordenador, frente a frente, tan solitos sin pronunciar palabra, bien mirando o tecleando. Porque estamos comunicados cada segundo si queremos, pero no olvidemos que han puesto precio a esta comodidad tanto a nivel físico como psíquico.

Esta vez no pudimos dar un final claro al relato pero lo que nos ocurrió nos permitió acercarnos a esta reflexión que compartimos:

Cómo sería una convivencia donde pudiéramos hablar cara a cara, de lo que nos apasiona y de lo que nos disgusta, mirando a los ojos de quien nos escucha y no de quien no escucha. Donde nuestros dedos despertaran las historias escritas en los libros y les pudiéramos dar forma en nuestra mente para después transmitirlas tanto hablando, cantando, bailando, pintando… cuando esto atraería más pensamientos e ideas propias escapando de las garras de lo que ya nos viene “pensado”.

Una imaginación bien entrenada se logra con la práctica de buenas lecturas, de la música, de la poesía, del teatro, de la danza; de las artes en general. Todas ellas nos permiten desarrollar la propia libertad de dar color y forma. Nos ayudan a imaginar soluciones válidas y más éticas en nuestras propias historias donde somos los protagonistas.

Seamos más “cre-activos”. Entrenemos nuestra imaginación para recrear mejor nuestras vidas.

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