Esta leyenda está en todo el País Vasco, donde en cada pueblo se ha conservado algún rasgo o anécdota de una diosa: la diosa Mari.
Mari tiene el título de Dama o Señora del mundo, de las profundidades, guardiana, reina de todos los genios de la Naturaleza. Reside y se mueve por las montañas y cuevas de toda la geografía.
La tierra contiene tesoros, y hay montañas y cuevas en las que se guardan pellejos de buey llenos de oro. Mari custodia esos tesoros para que la codicia de los hombres no logre sus propósitos.
Hay muchos lugares en los que se la puede ver y, principalmente, en varias cuevas:
“Siete años pasa en cada monte y se traslada por los aires sentada en un carro tirado por cuatro caballos para cambiar de morada.”
En sus viajes dirige las nubes y, si se deja ver, es anuncio de la próxima tormenta.
En cierta ocasión, la vieron y le preguntaron: “¿a dónde vas?” Y dijo: “es que hoy tengo que ir a segar trigo en Navarra”. Y aquella misma tarde hizo su aparición el pedrisco y asoló los trigales.
A veces se la ha visto surcando los aires como un haz de llamas, bola de fuego, carro luminoso u objeto brillante. Y también se la ha visto transformarse en arco iris.
Como diosa que es, Mari es poseedora de una gran justicia aunque, al mismo tiempo, plena de severidad porque premia a los que practican el bien, pero castiga a los que no cumplen sus mandatos. Si alguien necesita ayuda y la llama con fervor tres veces diciendo: “aketegiko dama”, entonces la Dama de Aketegi se coloca sobre su cabeza, dispuesta a favorecer a esa persona.
En ocasiones ha ayudado a los hombres a resolver sus problemas.
El dueño de una ferrería no logrando hacerla funcionar, fue a pedir consejo a la señora en su caverna. Mari le reveló entonces que, bajo las losas del yunque, había un enorme sapo. Él era el culpable de que la fábrica no funcionase. Así, gracias a la dama de Amboto, una vez fue quitado el sapo de allí, la ferrería volvió a ir viento en popa.
También Mari favorece a cuantos le ofrecen algún tributo; por eso, jamás cae pedrisco en las propiedades de aquellos que cada año le hacen algún obsequio.
Para visitar a la diosa sin problemas, es necesario seguir algún que otro requisito.
– Se la ha de tutear
– Se ha de salir de la cueva sin darle la espalda, o sea, caminando hacia atrás
– No sentarse nunca ante su presencia, ni siquiera si nos invita a hacerlo; se debe permanecer de pie.