A Lucio Junio Moderatus le conoce la historia por su apodo “Columella”, que en la latín significa “Pequeña columna o Pilar” imaginamos que haciendo relación a su carácter firme y estable. Este filósofo nació en Gades (Cádiz), no sabemos en qué fecha exacta, y murió en Tarento (Sur de Italia) sobre el 60 o 70 d.C.
Fue contemporáneo de otro gran gaditano, el pitagórico Moderato de Gades, con el que frecuentemente se le confundía y del estoico cordobés Séneca, del que fue amigo. Columella marchó a Roma siendo un adolescente y sirvió en las legiones romanas, llegando a ser tribuno en una de las apostadas en Siria en el año 35 d. C. Después volvió a Roma, donde se dedicó a la agricultura a gran escala, poniendo en práctica sus conocimientos al respecto. En la capital del imperio formó parte de los círculos sociales más elevados.
D. Juan María Álvarez de Sotomayor y Rubio, en el prefacio de la traducción del latín que hace de “Los doce libros de la Agricultura” que se publica en Madrid en 1824, nos cuenta:
Él mismo dice en el lib. 8, cap. 16, que Cádiz era su municipio; de cuyo pasaje y otros en su obra infieren todos que era natural de dicha ciudad; que desde ella se trasladó a Roma cuando ya habría llegado a los años de la pubertad, pues había oído y visto practicar a su tío paterno Marco Columela, sabio y excelente labrador de la Bética, muy buenas máximas de Agricultura en Cádiz y sus contornos, las que conservó en su memoria y refirió muy circunstanciadamente en varios lugares de su obra, lo que no podría haber hecho si se hubiera apartado de su lado antes de esta edad. Se hallaba en la capital del mundo antes del año sexto del imperio de Tiberio, que fue el 778 de Roma, en el que (según dice Tácito en el lib. 3, de sus anales, murió Lucio Volusio, varón consular antiguo y hombre muy rico, a quien Columela asegura en el lib. 1°, cap. 7 de su obra haber oído cierta conversación sobre los colonos ó esclavos destinados a la casa de campo y sus calidades; con que si en aquel tiempo tenía veinte años, nació el mismo en que vino al mundo nuestro redentor Jesucristo; a lo menos poca diferencia puede haber. En el libro a, cap. 10 dice haber visto sembrar ajonjolí en las regiones de Siria y Cilicia por los meses de junio y julio, lo que es prueba que pasó a ellas. Gesjiero cree que iría con alguna magistratura o al menos con algún otro empleo público. Cuando escribió su obra hacía mucho tiempo que poseía una viña en el campo de Árdea, y también tenía otras en los términos de Carsoli, de Alba y de Cervetere, que cultivaba por sí mismo, y en las que pondría en práctica las excelentes reglas de agricultura de que abundan sus escritos.
Mas adelante en referencia a su obra, nos dice:
En una palabra, no nos avergonzaremos de confesarlo: estaba reservado a los romanos ser nuestros maestros en la agricultura como lo son en la jurisprudencia; ¿y por qué no diríamos también como lo son en la poesía, en la elocuencia y en todas artes posibles? Refiriéndose concretamente a Columela, dice que su obra es el monumento de la antigüedad más completo sobre esta materia, y el más digno de nuestra atención. Que el autor, cuyo objeto es manifestarse maestro de la agricultura, no parece menos aficionado a agradar a sus discípulos, cuándo los instruye, que a darles los preceptos mas sólidos, explicándoselos con la mayor claridad. No le bastaba decir la verdad, quiere además decirla del modo más conveniente, y con términos siempre escogidos y colocados oportunamente, sin permitirse jamás una expresión común o impropia, aún en las materias más triviales.
De su obra escrita nos han llegado De re rustica (Los trabajos del campo) y Liber de arboribus (Libro de los árboles). En la primera de estas obras, dividida en doce libros, e inspirándose en obras anteriores de Catón el Viejo, Varrón y otros autores latinos, griegos e incluso cartagineses, trata sobre todos los trabajos del campo en el más amplio sentido de la palabra: desde la práctica de la agricultura, la ganadería y la apicultura, hasta la cura de animales, pasando por la elaboración de distintos productos y conservas. En Liber de arboribus trata de cultivos arbustivos como la vid, hasta árboles como el olivo o los otros frutales, e incluso flores como la violeta o la rosa. La obra de Columela es considerada el repertorio más amplio y documentado sobre agricultura romana.
Este es un extracto del citado libro:
“… pero sin agricultores es evidente que los hombres no pueden subsistir, ni comer. Por ello me parece monstruoso lo que viene sucediendo, que una ocupación de la máxima importancia para la salud de nuestros cuerpos y el provecho de nuestra vida, como es la agricultura, haya ido teniendo hasta nuestro tiempo un perfeccionamiento mínimo, a la vez que se ha venido despreciando esta forma de ampliar y legar capital que carece de toda maldad.”
“De los trabajos del campo” – L. J. M. Columela
La obra de Columela es fundamental en la historia de los libros que sobre agricultura se escribieron en la antigüedad. Columela llegó a ser tribuno militar y vivió en Roma, donde se dedicó a la agricultura como propietario, gozando de la amistad de Séneca y de Publio Silvino. La obra de Columela debió ser más extensa, pero solo llegó hasta nosotros sus tratados sobre Re Rustica y el Liber de Arboribus.
“De los trabajos del campo”, comienza con un largo prólogo, en el que Columela expone sus ideas económicas, sociales y morales, y nos dice que va a tratar todas las secciones de la agricultura en varios volúmenes (aliquot voluminibus), aunque sin especificar cuántos.
Fueron doce los libros escritos por este autor gaditano, en los que se desgranan los más variados temas y conocimientos que debe dominar un agricultor, desde los suelos a la cría de abejas:
Los libros I y II tratan de los suelos y las condiciones del cultivo.
Los libros III, IV y V se ocupan profusamente de los cultivos leñosos; esto es, de la viticultura y de los árboles frutales.
Los libros VI y VII constituyen un conjunto unitario, con su propio prefacio, y en los mismos Columela defiende, contra la opinión de algunos, la estrecha relación entre la agricultura y la ganadería, propias ambas del hombre del campo.
El libro VIII se abre con unas palabras de Columela a Silvino, en las que afirma que después de haber tratado el cultivo del campo y la cría de ganados, va a ocuparse ahora de las villaticae pastiones, o cría de pequeños animales de granja.
El libro IX se reserva, como se indica en sus inicios (ad tutelam pecudum silvestrium et apium educationem), al mantenimiento de liebres y otros animales silvestres en reservas de caza y a la apicultura.
En el libro X (en verso) el autor se centra en la horticultura; mientras que en los número XI y XII –los más largos y posiblemente no previstos por el autor se abordan cuestiones relacionadas con el capataz, el calendario rústico, la granjera y las distintas labores de preparación, fabricación y conservación de productos y alimentos.
Con el “Libro de los árboles” finaliza el tratado que estará siempre en la historia de los clásicos.
Como gaditanos debemos sentirnos orgullosos de este sabio nacido y educado en nuestra tierra y que tantos frutos ha aportado a la humanidad, como hicieron otros muchos gaditanos, a los que muchas veces, injustamente, no les brindamos el homenaje que merecen por sus vidas tan fecundas, vividas en beneficio de todos los seres humanos.
José Carlos Correas