¿Quién no conoce la Gran Vía de Madrid? Basta con haber visto fotos de alguno de sus edificios más emblemáticos, o haber disfrutado de algún musical en alguno de sus teatros, o haber acudido a alguno de sus famosos comercios o zonas de ocio… Su último tramo se conoce como el Broadway madrileño, por la cantidad de cines y teatros musicales que están o han estado ubicados allí.
El caso es que la Gran Vía madrileña, que comienza en la calle de Alcalá y termina en la Plaza de España, tiene una interesante historia, aunque un poco traumática, porque su construcción supuso una de las mayores intervenciones urbanísticas que se conocen en una población importante.
Tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para entender cómo era no hace tanto el espacio que hoy ocupa esta ancha vía del centro madrileño, cuyo nacimiento provocó la desaparición de numerosas calles estrechas.
El asunto de la Gran Vía fue tan accidentado y estuvo tan presente en el sentir popular que, antes incluso de que existiera, Federico Chueca y Joaquín Valverde ya habían puesto música a una zarzuela del mismo nombre cuyo argumento, con libreto de Felipe Pérez González, giraba en torno a la próxima llegada de esta calle principal. Su estreno cosechó el mayor éxito de público conocido hasta entonces.
No deja de tener guasa la obra, que advierte entre bromas y veras de los pocos transeúntes que tendrá la nueva avenida, ya que cada uno pasea por su calle ideal: los embusteros, por la calle de la Bola; el Gobierno, con su costumbre de no querer oír, por la del Sordo; por la calle de la Sartén caminan los que la tienen por el mango; y por la del Pez, los que están escamados.
El primer proyecto de la Gran Vía data de 1886, y era tal la cantidad de edificios que había que derribar (viviendas, palacios, iglesias, conventos y mercados) que desde el comienzo hubo una fuerte oposición popular a tamaña obra, sobre todo por parte de los vecinos que iban a ser expropiados, como es natural. En esta primera propuesta se incluía la pavimentación de la calzada con madera.
Hubo que aprobar leyes que permitieran la expropiación forzosa de solares y edificios, y se consideraron varios proyectos que no llegaron a materializarse. Como dice La Gran Vía musical: «Nuestros prohombres tienen muchos proyectos para arreglar las calles. Son de lo más… proyectiles que pueda usted suponer».
Las obras comenzaron en 1910, con una gran puesta en escena. Fue el rey Alfonso XIII quien, con una piqueta de plata, golpeó la pared de la «Casa del Cura» para iniciar las demoliciones. Estaban presentes la reina Victoria Eugenia y la familia real en una tribuna adornada con preciosos tapices, el presidente del Gobierno, Canalejas, con los miembros de su gabinete, el alcalde, altos cargos y gran cantidad de público. Todo esto sucedía junto a la «Casa del Ataúd», que estaba donde hoy está el edificio Metrópolis.
El diseño del plan se estructuraba en tres fases: la primera, desde la calle de Alcalá a la Red de San Luis (en la confluencia de las actuales calles de Montera, Gran Vía, Fuencarral y Hortaleza); la segunda, desde la Red de San Luis hasta la plaza de Callao; y la tercera, desde la plaza de Callao hasta la plaza de España. En total, desaparecieron 15 calles y se reformaron otras 35. Se reconvirtieron 358 fincas, de las cuales 315 eran de viviendas y 43 eran solares sin construir.
La primera fase requería el derribo de siete manzanas, entre las calles de Caballero de Gracia y de la Reina. El segundo tramo dio lugar a doce manzanas nuevas en las que se levantaron edificios monumentales de gran altura. Pero el último tramo de la Gran Vía fue el más problemático por el número de edificios que hubo que demoler.
Se presentaron numerosas reclamaciones contra las expropiaciones. El Palacio de la Prensa, recién construido, se salvó de milagro, aunque no se ajustaba al último ensanche decidido. Lo que no se libró fue la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, que albergaba las cenizas de San Francisco de Borja; los litigios retrasaron su desaparición, pero un grupo de incontrolados incendió la casa durante la quema de conventos de 1931, «acabando con el problema», aunque este acto bárbaro hizo desaparecer la segunda mejor biblioteca de España, perdiéndose incunables de gran valor: una desgracia irreparable.
Se demolía y se edificaba simultáneamente mientras la Gran Vía nacía. Las obras también implicaban 29 km de adoquines, nuevas cañerías, canalizaciones diversas y la infraestructura necesaria para el metro. El precio más alto que se pagó por expropiaciones en la Gran Vía correspondió a la casa situada en el número 2 de la calle Jacometrezo, reconvertida en su trazado por la nueva obra.
La Gran Vía vio la luz coincidiendo con una época en la que se produjeron muchos e importantes cambios sociales. El principio de siglo traía nuevas formas de ocio con la aparición del cinematógrafo; nuevos hábitos comerciales, con la expansión de los grandes almacenes; y nuevos medios de transporte como el suburbano, gracias al reciente uso de la electricidad, que permitía sustituir a los tranvías de caballos y de vapor utilizados treinta años antes. Los dos primeros tramos se desarrollaron en un periodo político de restauración borbónica en España y luego, durante la Segunda República; el tercero coincidió con la Guerra Civil y el periodo de posguerra.
Muchos nombres ha tenido esta gran avenida en su corta historia, distintos en cada uno de sus tramos y que duraron poco tiempo, hasta que en 1981 se acordó oficialmente llamarla Gran Vía, como hoy se la conoce.
Algunos de los edificios más emblemáticos de la Gran Vía son el edificio Metrópolis, el Oratorio del Caballero de Gracia, el Edificio Telefónica (que fue el rascacielos más alto de Europa en su momento), el Palacio de la Prensa, el edificio Carrión (o Capitol), el edificio de Gran Vía n.º 32, donde se ubicaron los primeros grandes almacenes (los Almacenes Madrid-París), la Casa del Libro (donde estuvo la redacción de la Revista de Occidente), el Edificio la Adriática, el Edificio Lope de Vega, el Edificio del Banco Hispano de Edificación, el Edificio España o la Torre de Madrid.
En la Gran Vía abrieron sus puertas el cine Actualidades, el Avenida, el Pompeya, el Imperial, el Rex, el teatro Fontalba o el mítico cine Palacio de la Música; allí están los cines Callao, el cine Capitol, el teatro Rialto (antiguamente, cine Astoria), el cine Coliseum (reconvertido en teatro) o el teatro Lope de Vega, con importantes éxitos de musicales en su haber.
Hoteles de categoría y de gran valor urbanístico salpican su recorrido: Hotel de las Letras, el Emperador, el Vincci Via, el Senator, el Atlántico…
Una transformación urbanística de estas dimensiones, con muchas implicaciones sociales y culturales, no tiene precedentes y es difícilmente repetible. Por eso la Gran Vía de Madrid es la gran vía.
Pero su historia continúa. En los albores de 2018 la transformación de la Gran Vía para convertirse en una zona peatonal vuelve a marcar la historia de los madrileños a través de su madrileña avenida.
Esmeralda Merino
Fotos: By Lev from Spain (Flickr) [CC BY-SA 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons
Luis García [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons